Desde la misma hendija observo un tiempo ya transcurrido que va y viene, parece alejarse a su destino, pero, patina, es sólo una máquina que de antemanos sabe hasta dónde te encamina, se amotina, nomás observa y te entretiene.
¡Mentira!, toda una farsa en su amanecer y anochecer; migajas de placer tan breves como la estadía del ruiseñor que se espanta ante cualquier movimiento, sonido, cuando el ave que en su nido se alerta, corre tras sentir temor; la montaña mira lenta y con misterio, ciguas palmeras que cantan con chillidos de alabanzas a la vida, en cielo, que te conquista y encanta con lo que llaman amor.
¡Mentira el amanecer!, los amores peregrinos, placeres que en el camino ven siempre el atardecer; ¡mentira!, ¡mentira, oh mujer!, pues ya lo sabía la lluvia y hasta el eco de las cuevas, la rana en su desvarío, con el serpentear del rio, dudaron de tu querer...
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