¡Sentimientos, no retórica!, retrotraídos a un tiempo de lágrimas convencionales, las que seguimos echando hoy con el grito digital como episodio simbólico de la inteligencia del malvado que ha pretendido resarcir lo que antes fue maldad cabalgada, y que, en ocasiones, nos dejaba descansar debajo de los flamboyanes que se llevó la tecnología; junto con los rieles de las locomotoras y el sudor hecho sal en las costas y camino del pueblo azul; mas, lo romántico del avatar, también desapareció, junto con la identidad y el decoro de hombres que hoy son ánimas. ¿A cambio de qué, Juan?, de una ´´democracia´´ clásica sin clase, de Estados surtos en la mar de nuestra América como barcos y piraguas desvencijados en los acantilados del ensueño.
¡Cuanto dolor, Juan!, dolor que es un canto a la vida, a lo sublime, con sabor a justicia consumada, por lo menos, en la conciencia de la comunidad que te abraza; sentimiento de poeta que juzga y a la vez redime al verdugo que aún medra, porque, ex profeso, es cardo de cultivo de la maldad; ¡Rebeldía!, rebeldía que abraza y consuela a los que, todavía pueriles, recordamos acciones avezadas y contemplamos impávidos sus vestigios... ¡Te abrazo!.
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