Entre el sonido de rampas de hierro que rompen tímpanos , camino carpeta en manos para abordar la barcaza. El X-TRU y XX-V o XL-23 de la embarcaciòn Zim Caribe, estaban encasillados en mi cerebro, cuando todavía no hacía asomo la informática Ya el nudo de la corbata no era el mismo y se notaba el renegrido del polvo en camisa y zapatos previamente limpios. Se calentaba el estrago de las madrugadas con los desayunos de las morenas, musas inspiradoras que en el hombre trabajador elevan el ego con el morbo mismo. Y, entre mimes y escupitajos, saborèabamos el manjar que nos daba las energías para un dìa impredecible, inolvidable, como todos los días en el puerto. Durante las noches, y con los ojos entre abiertos, soñábamos con galeones perdidos, milenarios o de la época de Marco Polo, que emergían misteriosos, sobrevivientes seculares de las tragedias marítimas , conservando sus tesoros, ya mohoseados de tiempo y salitre, pero de inconmensurable valor.
Las voces de las profundidades atormentaban la curiosidad pensante: ¿El hombre vino del Mar...?; ¿ Serían cantos de sirenas; esa dulcinea de la fábula que nos encanta el alma?; manatíes o delfines, dándonos ojo visor, o el torpe serpentear del ``Bolo``, tiburòn històrico que recorría sin cola, las márgenes oriental y occidental de Haina ?...
Era el grueso aparataje del hombre de ayer, el que nos daba el alerta, al miedo, pero no a un miedo desconocido, sino mas bien el que avisaba la tormenta de los postreros tiempos, los de hoy, donde el vigilante duerme y no sueña, no cree en seres de la fábula y las leyendas; està màs equipado logìsticamente, preparado, para dejar detrás la lealtad a la Patria, y descifrar los sonidos como elucubraciones ; lo que suena para ellos, y los deja dormir tranquilos, es lo de estar sumidos a unas reglas de juego de voces reales; de contrabandos inauditos, de que son herejes, que cambian, dejan ir el oro puro, del bueno, por unos espejitos implícitos en un contrato oneroso de crimen a la naciòn dominicana. Y como diría un coterràneo nuestro: ``Eran otros los tiempos, eran otros los hombres...``.
Las voces de las profundidades atormentaban la curiosidad pensante: ¿El hombre vino del Mar...?; ¿ Serían cantos de sirenas; esa dulcinea de la fábula que nos encanta el alma?; manatíes o delfines, dándonos ojo visor, o el torpe serpentear del ``Bolo``, tiburòn històrico que recorría sin cola, las márgenes oriental y occidental de Haina ?...
Era el grueso aparataje del hombre de ayer, el que nos daba el alerta, al miedo, pero no a un miedo desconocido, sino mas bien el que avisaba la tormenta de los postreros tiempos, los de hoy, donde el vigilante duerme y no sueña, no cree en seres de la fábula y las leyendas; està màs equipado logìsticamente, preparado, para dejar detrás la lealtad a la Patria, y descifrar los sonidos como elucubraciones ; lo que suena para ellos, y los deja dormir tranquilos, es lo de estar sumidos a unas reglas de juego de voces reales; de contrabandos inauditos, de que son herejes, que cambian, dejan ir el oro puro, del bueno, por unos espejitos implícitos en un contrato oneroso de crimen a la naciòn dominicana. Y como diría un coterràneo nuestro: ``Eran otros los tiempos, eran otros los hombres...``.