Porque al igual que tú, me llegó la tarde, caminante;
durante días fui arrogante, como tú, amigo que en el
tranvía no percibió lo veloz del tiempo, sólo en la
brisa el silencio y la noche como amante; recuerdas
por igual al sol, lo sé, en las mañanas se ve y entreteje
la esperanza; amores que llegan a ultranza, simbiosis
de placer y dolor de unos besos con dislates.
Se habla del hombre de todas las edades; aquel que
detiene el tiempo y desafía del viento sus desafueros;
lo sabes tú, amigo, y también el mundo entero,
que camina como espectro en corrillos inauditos;
se siente amo, bendito, con apariencia irredenta,
cuando al tropezar se da cuenta que su vida anda
de paso dentro de sus derroteros.
Amigo, sigo tus pasos, que no son más que la sombra
de los míos; te doy tu espacio y prosigo,
a un otoño que hasta el final sigue siendo mi camino;
entonces, camino, camino...