Y terminó Dios por castigarme con la soledad; tuve tanta compañía para elegir que terminé no eligiendo; tanta belleza rancia me rodeó, que se contaminó la risa, el camino, la felicidad; de tanto dar sin recibir se hizo costumbre el gastar, no invertir; el agachar para complacer, el no subir por no ofender, sin competir, me dejaron solo; repartir el pan dejando de lado la memoria hizo de muchos desmemoriados espectros que raudos corrieron cuando ya no lo recibieron; el mucho creer saber hace daño; el mucho tener, sobre todo, amor, pero mal distribuido, te catapulta a tus recuerdos, al mismo tiempo al olvido de los que se guarecieron bajo el cobijo coyuntural de tu sombra.
Ahora sí, Soledad, así dijiste llamarte llegado a la gran ciudad; mujer con rostro de vida y cintura de rumbera, me sonsacaste, embriagaste, cambiando la ubicación de un corazón en desgaste; ahora sí, Soledad, conozco tu vida entera...