Admitido por los màs connotados historiadores dominicanos, la anexiòn tuvo sus raìces en la imperiosa necesidad de una logìstica que siguiera enfrentando la sorpresiva y flamante condiciòn militar haitiana. ¡Claro!, ellos, los haitianos, por sì solos, no podìan fortalecerse al extremo que lo hizo para entonces, y de màs està decir, que el enemigo natural de España era Francia. La matrìcula de Segovia, del cònsul español Josè Marìa de Segovia, la cèdula que cambiaba nuestra identidad, en sus principios fue vista como normal por hèroes y no hèroes. ¡Y obvio!, la restauraciòn tambièn tuvo que triunfar en sus raìces raciales con lìderes como Gregorio Luperòn, hijo de la haitiana liberta, doña Nicolasa Duperòn (con D); Ulises Hilariòn Hereaux Lebert, hijo de los haitian@s Dassa Hereaux, marinero mercante, y de doña Josefa Lebert, liberta.
Aceptan algunos estamentos historiògrafos, que el ilustre santiaguès Ulises Francisco Espaillat, vicepresidente del primer gobierno de la restauraciòn junto al presidente Pepillo Salcedo, hijo de español, incidiò en su muerte a travès del haitianizado Gaspar Polanco, de ´´Corral Viejo´´, Montecristi, a quien sustituyò en la presidencia de la repùblica; entretuvo a nuestro patricio Juan Pablo Duarte y Dìez, hijo de español y dominicana, como cònsul en Curazao, con el ùnico objetivo de mantenerlo lejos de las reglas de juego, y, a su muerte, de ostracismo y soledad, le impuso a la familia una pensiòn que nunca recibieron...