Hace pocos días perdimos a Daniel, hoy se nos va Quico, un tío, que, según el dicho popular se le muere a cualquiera. Pero no, ellos nos avisan el ocaso, la generación que nos deja y nos abre paso para que sigamos tras ellos. No hay edad para morir, pero cuando pierdo a mis tíos y tías en el discurrir de la vida, siento que me acerco al sepulcro cuan pie en el cadalso; se estrella mi corazón, y sus raíces se remontan al recuerdo, al cariño de un tío bueno, tierno con nosotros, sincero. Lo recuerdo junto a la soldadesca de antaño acompañado de mi también extinto tío Darìo, fusiles en manos, cartucheras y cantimploras al cinto, cuando mi padre, jocoso, notando la delgadez de su juventud, decía a mi madre: ´´Anita, ahí llegaron tus hermanos, soldados de la Patria, parecen dos guanimos liados en hojas´´...
Te fuiste mi tìo querido, mi hermanito, como solías llamarme, pero te llevas por fin un sufrimiento postrero que no mereciste nunca, fuiste bueno y amoroso; se van contigo, y le doy gracias a Dios, tus prolongadas vivencias de amores y desamores que disfrutaste, porque siempre me decías, ´´se sufre, pero tambièn se goza´´, pues nunca escondiste ese carisma de olfatear la hembra que da vida y que tambièn la quita, ni tu fuste de oficial de abolengo, acompañado de la gracia que te dio la vida. ¡Ve con Dios, mi tìo, hermanito querido...!.
Te fuiste mi tìo querido, mi hermanito, como solías llamarme, pero te llevas por fin un sufrimiento postrero que no mereciste nunca, fuiste bueno y amoroso; se van contigo, y le doy gracias a Dios, tus prolongadas vivencias de amores y desamores que disfrutaste, porque siempre me decías, ´´se sufre, pero tambièn se goza´´, pues nunca escondiste ese carisma de olfatear la hembra que da vida y que tambièn la quita, ni tu fuste de oficial de abolengo, acompañado de la gracia que te dio la vida. ¡Ve con Dios, mi tìo, hermanito querido...!.